El skate empodera a jóvenes palestinos

Espiritu Aloha | Aug 16, 2018

Se dicen muchas cosas del skate. Muchos creen que es una afición de chicos, y de Occidente, de esas ciudades en las que hay bancos y barandillas. Y últimamente se piensa que ser skater es una condición deseable, y que el patín es como un bolso a lucir, pero menos útil, porque no puedes guardar cosas.

¿Cómo describir entonces a un grupo de adolescentes que, sin otra pretensión que pasar un buen rato, hacen trucos en una cárcel urbana de la que casi es imposible moverse, y cortan el viento a la velocidad de sus patines, que sin embargo consiguen llevarles muy, muy lejos? No llevan gorras caras, ni camisetas con sponsors, y se lo pasan genial turnándose en las pistas con sus amigas femeninas que lucen, ellas sí, alegres pañuelos en el pelo.

 

 

Cuando uno pasea por las ciudades del West Bank, rápido se da cuenta de que los parques infantiles brillan por su ausencia. Los niños juegan con total normalidad en áreas que son una mezcla de tierra, cemento y algo de basura.

En 2011, en una pequeña villa cisjordana, un activista palestino se asocia con un artista visual neoyorkino para hacer un documental sobre un skater local, y lo que parece el arranque de una película hípster habibi acaba convirtiéndose en una realidad. No sólo en el arte del celuloide, sino también en forma de rampa. Entre los dos, y con ayuda de un tercero que se une y que viene a ser un pro del skate americano, consiguen que el Ayuntamiento del pueblo les ceda un espacio donde construyen mano a mano en 2013 unos quarters de madera.

 

 

La famosa rampa da pie a la creación de un campamento de verano para chicos de la zona con ganas del darle al patín, y pronto se transforma en un programa anual para aprender a patinar, ofrecer a las niñas y niños de Qalqilya un oasis donde jugar de forma segura, trabajar en equipo, expresarse, y sobre todo divertirse en medio del estrés de la ocupación. Si el truco más básico del skate es empezar a volar podríamos decir que en Qalqilya hay unos jóvenes que reciben unas alas. Porque, tal y cómo comenta el activista político, Mohammed Othman, “los niños son niños en todas las partes del mundo y a los de aquí les gustan las mismas cosas, jugar, nadar, patinar… no sólo nos dedicamos a tirar piedras tal y como nos presenta Israel”.

 

 

Y así, a través de las destrezas del skate se va tejiendo sutilmente un entorno fuera de la familia en el que niños y niñas se relacionan de forma igualitaria mientras practican un deporte no competitivo. “Nadie se lo cree, pero a estos campamentos de skate vienen más niñas que niños”, explica Mohammed. Skateqilya, que es el nombre que recibe el programa, engloba además del skate, clases de video, fotografía e inglés. Quizá en el futuro, cuando estos niños crezcan, podamos descubrir historias filmadas sobre jóvenes skaters palestinos.

 

Qalqilya Teaser Trailer from Adam Abel Studio on Vimeo.

De momento, el documental sobre algunos de estos diestros skaters palestinos, Qalqilya, the film, producido entre Abel y Othman está cocinándose para por fin ver la luz este año.

Fuente:as.com