El Pico Naiguatá va más allá de lo visible a los ojos

Andreína Peñaloza | nov 18, 2016

Como casi todos los venezolanos soy fan de “El Ávila” la montaña que le da oxígeno a nuestra capital. Un cerro imponente incrustado en una de las ciudades más violentas del mundo, convirtiéndose así en nuestro pulmón natural y espiritual. Yo, siempre lo veía desde mi ventana y también lo admiraba desde el tráfico pero hoy les voy a contar otra historia. Una experiencia sumergida en la vegetación de esta montaña, conocida en la actualidad como “El Waraira Repano”.
Por una gentil invitación de @CafeNaiguata por medio de Instagram, me sumé a este viaje con un grupo de guías y porteadores que dedican todos sus fines de semana a compartir su pasión por la montaña. En “El Ávila” hay diversas rutas, incluso en algunas se puede acortar camino a través del teleférico que va desde la ciudad hasta “El Humboldt”. En este caso mi travesía consistía llegar al punto más elevado de la “Cordillera de la Costa” el Pico Naiguatá.
Nuestra aventura comenzó en la jungla de cemento “Caracas” donde nos encontramos: los guías y primerizos. Desde El Márquez subimos, a pie, por una ruta denominada “La Julia” y allí comenzamos el Ascenso desde las 7 de la noche donde subimos cerro arriba. En una ruta fantástica llena de piedras, barro, árboles y algunos riachuelos que servían para recargar la hidratación. Fue a la 1 de la mañana que llegamos a nuestra primera meta “Rancho Grande” un lugar que me recibió con una sublime vista de la Ciudad de la Furia y una noche despejada llena de esperanza y naturaleza.
Al día siguiente desayunamos temprano y caminamos por 5 horas hasta las orillas de la cumbre. Un lugar llamado “El Anfiteatro” reconocido por su planicie y la fuerza de las voces que se emana cuando se habla en este lugar. En mi caso hacer senderismo es un reto porque mi elemento es el agua. Sin embargo, me encanta la conexión que se consigue en la montaña y por esa razón mi espíritu estaba muy animado aunque mi cuerpo iba un poco más lento que el resto del grupo. Este detalle que para muchos es un impedimento mental para atreverse a conocer nuevos lugares, significó para mí un momento de reflexión. Comprender que a veces quien quiere llegar de primero es nuestro ego y el alma sólo quiere ser feliz y disfrutar de las mariposas del camino. Así que lo vi como una oportunidad para disfrutar y recordar que la meta no es la meta, la meta es el camino.
El amanecer del domingo fue mi verdadera cumbre, cuando llegué a los 2765 msnm. En este punto hay una famosa Cruz donde muchísimas personas gozan tomándose fotos. Ver salir el sol del mar del Estado Vargas y voltear la mirada hacia el otro lado y ver un mar de nubes sobre la ciudad donde nací y crecí… fue una experiencia fuera de este mundo.
Sobre la cumbre conversando con un querido colega Alejandro Cañizales me dijo “No hay límites” y es así cuando miras desde el Pico Naiguatá recuerdas que ni si quiera en el mundo físico se ven los límites y mucho menos podemos decir que “el cielo es el límite” porque literalmente estaba sobre las nubes.
Sobre Café Naiguatá
Peter Espinel comenzó con este proyecto cuando decidió hacer nuevos amigos en la cumbre regalando cafecito recién colado. Todas las personas se acercaban agradecidas y felices de recibir este café hecho con tanto cariño. Más adelante junto a Juan Perffett iniciaron el programa de guiaturas y porteadores hacia la cumbre con el acertado nombre de “Café Naiguatá”. Hoy en día ya son 14 corazones que forman el club.
Parte importante de la esencia de este grupo es hacer salidas para los niños que viven en casas hogares. El nombre del proyecto es “Una montaña de valores”. Peter nos explicó a detalle su objetivo “cada día descubrimos que tan sólo una salida en Una Montaña de Valores influye profundamente en un niño. Primero se da cuenta que Caracas no es sólo: caos, violencia y supervivencia sino que tiene toda una montaña gigante llamada Ávila, que brinda serenidad a quien la visita. Por otro lado la montaña en su mayoría alberga a personas de muy buen vibra. Los niños son muy curiosos y preguntan constantemente a los invitados ¿a qué te dedicas tú? Hemos tenido: fotógrafos, historiadores, contadores, bailarines, reporteros… Y para ese niño esa simple respuesta es un nuevo descubrimiento porque ahora conoce esa profesión y así se va ampliando su mundo.
Para muchos niños, de las zonas populares, su vida se resume en la casita humilde donde vive, probablemente con una familia muy disfuncional donde hay problemas de alcohol, drogas, violencia y embarazo precoz. Cuando lo sacas de su entorno y le brindas un nuevo horizonte es muy probable que le des más oportunidades para escoger en lo que más adelante serán sus decisiones de vida.
En Caracas hemos trabajado con la red de casas hogares de: A.V.B.S Hogar de la Virgen de los Dolores, en Mérida hemos trabajado con El Jardín de la Esperanza, Fundación Don Bosco y Divino Niño Jesús”

Cuando le pregunté a Peter ¿Por qué crees en Venezuela? La respuesta fue “Fácil: crecí en una casa hogar y he visto de frente las duras realidades de los barrios. Cuán diferente hubiese sido para mí, la niñez, si hubiera conocido el montañismo antes de los 10 años. La conocí a los 27 años y mi vida cambió muchísimo. Ahora es mi pasión y mi trabajo y sé que desde las montañas se puede construir una Venezuela más bonita. De eso se trata… y por todo esto somos “Amor, Café y Montaña”.

Para Peter Espinel los límites están más allá de lo visible a los ojos y esto es lo que recordé en mi expedición con Café Naiguatá.